Desde muy pequeño, Camilo Rodríguez mostró una capacidad sorprendente para comunicarse. Su madre aún recuerda cómo, con tan solo dos años, relataba un noticiero completo después de escucharlo una sola vez. Ese talento resultaba admirable, aunque también despertaba preguntas que con el tiempo se hicieron imposibles de ignorar.
"Cuando cumplió los 8 años y en una forma abrupta, el cambio de comportamiento fue algo que nos dejó a todos aterrados porque empezó con palmoteos, con repetición, esto que llaman ecolalia y ya no podía estar bien ni en el aula de clase ni en la casa", comenta Carmen Torres, madre de Camilo.
Tras recorrer múltiples especialistas, llegó un diagnóstico complejo: autismo atípico. Para la familia, la noticia fue dura, aunque nunca suficiente para frenar su determinación. Carmen lo resume con una convicción que la ha guiado desde entonces: "Para el mundo quizá no había nada por hacer, pero para mí había todo por construir", afirma.
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Después de casi una década de aislamiento social, Camilo ingresó al programa Enlaces de Compensar, un espacio que durante 30 años ha acompañado a cientos de personas con discapacidad cognitiva en su desarrollo integral. Su padre reconoce con gratitud el impacto de este proceso.
"La socialización es tan fundamental en ellos y muchas veces no lo tienen: comunicarse, entender a los demás, tratarlos. Para nosotros ha sido maravilloso. Ha sido un cambio grande en Camilo y un beneficio para nuestra tranquilidad", señala Guillermo Rodríguez.
Cada año, alrededor de 500 niños, jóvenes y adultos como Camilo encuentran en Enlaces un entorno formativo guiado por cerca de 60 docentes, profesionales que viven esta labor como un aprendizaje permanente. Para ellos, trabajar con una población diversa y llena de capacidades se convierte en un acto de vocación y crecimiento mutuo.
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Gracias a este programa, más de 18 mil personas y sus familias han podido enlazar sueños con oportunidades reales y avanzar hacia una vida con mayor bienestar. El mensaje de Guillermo representa el sentir de muchas familias.
"Ojalá existieran más espacios como este, donde la discapacidad no se esconda, no se ignore y no se estigmatice. La diversidad es una realidad, no una excepción, y su aceptación comienza con una educación que enseñe a ver y valorar a todos por igual", concluye con alegría.