Más allá del diagnóstico: el increíble viaje de Leo y 20 valientes
Leo nació con una condición genética poco común, pero su historia no está definida por la enfermedad, sino por la valentía, la esperanza y el amor de una comunidad que cree en él.
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Leonardo Espitia tiene nueve años y una sonrisa que contagia alegría. Nació con síndrome de Treacher Collins, una condición genética poco común que afecta el desarrollo facial y auditivo. Su historia no ha sido fácil. Desde muy pequeño ingresó al programa Corazones Valientes, una alianza entre el Instituto Roosevelt y Compensar Salud que ofrece atención integral a niños con enfermedades huérfanas.
A lo largo de su vida, Leo ha pasado por cirugías complejas y tratamientos que le han permitido mejorar su audición, su capacidad para comunicarse y su calidad de vida. Ha enfrentado miedos, estigmas y momentos de incertidumbre. Pero también ha aprendido a volar alto y atreverse a más.
Recientemente, Leo, su mamá y otros 20 niños del programa Corazones Valientes vivieron una experiencia única con delfines en Santa Marta, un encuentro que aportó grandes beneficios a su bienestar físico y emocional.
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"Pude tocar los delfines, abrazarlos y me boté al mar. Lo que más voy a recordar es que me dieron un abrazo y me pudieron dar un beso aquí en la boquita", comenta Leo con la sinceridad y la ternura que solo un niño puede expresar, descubriendo que la vida, a pesar de las dificultades, también está llena de momentos maravillosos.
Para Laura Benavides, su mamá, la experiencia fue igual de significativa. "Verlo a él ingresar al mar, al agua con los colaboradores, ver su sonrisa, cómo se le iluminaban los ojitos fue maravilloso", comparte conmovida.
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Este sueño se hizo realidad gracias a la colaboración del Banco de Millas de Avianca, el Centro de Vida Marina, el Hotel 3H de Santa Marta y el generoso apoyo de 650 colaboradores de Compensar, quienes unieron sus esfuerzos para brindar esta oportunidad inolvidable.
Laura recuerda el cambio que tuvo su vida desde el nacimiento de Leo: "Al principio sentí que el mundo se me venía encima, pensé que no iba a sobrevivir. Pero ahora, cuando lo veo, le digo a todo el mundo que él es un niño normal". Más allá del descanso y la diversión, el viaje se convirtió en un valioso espacio de encuentro y apoyo entre madres que enfrentan realidades similares.
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"Muchas veces uno se siente solo y encontrarse con otras mamitas que entienden lo que uno vive, que han pasado por lo mismo, fue hermoso. Ver a nuestros hijos reír, correr y disfrutar del sol, la playa y los delfines fue una experiencia inolvidable", afirma Laura.
Leo concluye con la sabiduría que solo los niños tienen: "Mi vida es muy increíble, la verdad. La vida es increíble para mí". Y deja un mensaje que trasciende cualquier diagnóstico: "Quiero decir que nos amemos mucho. Gracias a los que me apoyaron. Y gracias a Dios por mandarnos allá a Santa Marta. Ese es mi mensaje para Dios y para los que están viendo esto".
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