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Doña Tulia

Interpretado Por: Patricia Tamayo

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Con la firmeza de un roble y cumpliendo la promesa que le hiciera a su mamá en su lecho de muerta, doña Tulia apoya la carrera musical de sus hijas desde el instante en que deciden ser cantantes y se convierte en su primera y más fiel admiradora; y lo hace aun en contra de la opinión de su esposo, quien dice que si sus dos hijas menores se dedican a cantar, es igual a que se vuelvan prostitutas.

La matrona de la familia es una especie de Sancho Panza criolla que para cada situación tiene un dicho inventado por ella. Es hacendosa, sabe de modistería (oficio con el que se ayuda cuando la abandona el marido y que combina con la venta de tamales y empanadas), es una excelente cocinera y aun cuando la familia consigue empleada doméstica, ella insiste en preparar la comida para sus hijos.

Por ratos doña Tulia es parca y hasta amargada; todo comprensible teniendo en cuenta su vida difícil, marcada por el abandono, primero de su padre y luego de su esposo.

El papá de doña Tulia queda viudo siendo muy joven, se casa con otra mujer que se niega a aceptarlo con niños, y entonces él entrega sus tres hijos a quienes hacen la caridad de recibirlos. Doña Tulia, la mayor de los tres hermanitos, tenía apenas cinco años. Desde entonces se crió con una tía muy pobre, y apenas si puede subsistir con la miserable ayuda que muy de vez en cuando le da su papá. El señor es un liberal a ultranza y se desentiende definitivamente de su hija cuando esta decide casarse con Samuel, un conservador que años más tarde la cambia por una copera de un bar y se larga dejándola con varios hijos. (Este último abandono influye mucho en sus hijas, especialmente en Fabiola, que casi se queda para vestir santos por miedo a que le pase lo mismo que a la mamá).

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Al decir de Nelly y Fabiola, su mamá es la persona más importante en la carrera musical de las Calle, junto con la abuela que les enseñó las primeras canciones. Dicen también que es más templada que la guitarra de Gardel, que fue lo único que salió intacto de aquel fatal accidente aéreo en la Medellín de 1935. Pero doña Tulia también es querendona de su familia, sobreprotectora. Jamás consigue hombre distinto a su esposo y, a pesar de todas las “marranadas” de don Samuel, jamás habla mal de él, e incluso en el esplendor de Las hermanitas Calle –que coincide con un periodo de enfermedad y pobreza del señor- le parece bien que sus hijas le den la mano.

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