Oración para todos los días
Bondadoso Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio. Nosotros, en nombre de todos los mortales, te damos infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Se reza tres veces el Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Consideración del día 9 Novena de Aguinaldos
Este día nos presenta a san José y a la Virgen María, que, venidos desde Nazaret, llegan a Belén para registrarse en el censo, dando cumplimiento a las profecías y al decreto del emperador Augusto. Han sido más de cien kilómetros de recorrido en el que la Virgen madre lleva en su seno al Mesías que pronto nacerá en la ciudad de David.
Al llegar, y no hallar hospedaje, se ven obligados a descansar en un establo. Y es allí donde el Señor nace de María, el lugar que el Rey escogió para nacer. Hoy Dios nace en las profundidades de la tierra, en la gruta labrada por los hombres; hoy, el maravilloso misterio del nacimiento del Hijo de Dios se hace visible en el Niño recostado en un pesebre.
Hoy el mundo recibe como don al Mesías, a quien el coro de los ángeles anuncia como gloria del cielo y paz de la tierra. La aldea de Belén, pequeña entre los clanes de Judá, acoge a quien ha de gobernar Israel, aquel que trae la salvación. La gruta de la Natividad se abre para hospedar a la Virgen madre de Nazaret, al padre justo que cuidará del Redentor, y al Niño divino que deja el cielo y reposa sobre pajas, calentadas por el aliento de la mula y el buey.
A tres kilómetros de Belén se hallan los pastores vigilando su rebaño, y son testigos de la aparición de los ángeles y del anuncio del nacimiento del Salvador, el Mesías, el Señor. Sus oídos escuchan el canto celeste que rinde gloria a Dios en el cielo y declara paz en la tierra a los hombres que Él ama.
Hoy nace la esperanza y la paz que vienen de Dios y que, como un manto, abrazan a toda la humanidad. Para acoger con esperanza al Mesías. El primer sentimiento que colma nuestros corazones en esta noche de Navidad es la alegría, porque la esperanza por la venida del Señor se ve cumplida y nos lanza a un tiempo nuevo. La alegría es seguida por la paz que trae Cristo, porque su reinado no es de esclavitud ni de opresión sino de amor y de misericordia.
Oración a la Virgen María
Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por madre suya, te suplicamos que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieran esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado Hijo. ¡Oh, dulcísima Madre! Comunícanos algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardaste, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Se rezan tres Dios te salve, María.
Oración a San José
¡Oh Santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias damos a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Te rogamos, por el amor que tuviste al Divino Niño, nos abraces en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veamos y le gocemos en el cielo. Amén.
Se reza Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Gozos navideños
¡Oh Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro! ¡!Oh Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!
¡Oh, Adonai potente que a Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos! ¡Ah! ven prontamente para rescatarnos, y que un Niño débil muestre fuerte brazo!
¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto presentas al orbe tu fragante nardo! ¡Dulcísimo Niño que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo!
¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio! ¡Sácanos, Oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!
¡Oh lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios!
¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen del Dios Soberano! ¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y, en forma de Niño, da al mísero amparo!
¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, Pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado ya la oveja arisca, ya el cordero manso!
¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío, como riego santo! ¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce hermosa estrella, brota, flor del campo.
¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su Niño vean, en tiempo cercano! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario!
¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi Dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!
¡Véante mis ojos de ti enamorados! ¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos! ¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos, y aún más que mis frases te dice mi llanto!¡Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos, ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Oración al Niño Dios
Acuérdate, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús! que dijiste a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. Llenos de confianza en Ti, oh Jesús, que eres la misma verdad, venimos a presentarte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos de tu encarnación y de tu infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Ti, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza y de que, en virtud de tu divina promesa, acogerás y responderás favorablemente nuestra súplica. Amén.