Mucho menos agraciado físicamente que su hermano, Miguel es más tranquilo, menos ambicioso, tiene menos ganas de figurar. No quiere ser el mejor como Tiburcio en todo, y preferiría una vida más tranquila donde nadie le pida nada. A diferencia de su hermano Tiburcio, no lo mueve la razón sino el corazón: o mejor aún, la pasión.
Nunca quiere meterse en problemas, prefiere conciliar. En el fondo se siente víctima. Pero consiguió “caerle bien a todo el mundo” gracias a la estrategia de nunca pelear y jamás tomar partido. Es generoso, busca siempre agradar, pero en el fondo está preso de una terrible inseguridad. Es gracioso, el buen amigo, el buen hermano, el buen hijo. Siempre quiere colaborar y nunca, a diferencia de su hermano, exige nada.
Miguel, que siempre ha pasado de “agache” en realidad tiene un mundo en su cabeza desconocido para todos. Sin que él mismo lo sepa, ha ido adquiriendo durante años cierto resentimiento hacia su familia, especialmente hacia Tiburcio y Felicito. Siente que el primero se roba toda la atención y que el segundo no aprendió a valorarlo. En su corazón considera que todos son unos ingratos egoístas. En su peor aspecto trata de inspirar lástima.
Su sueño: demostrarle al mundo que él valía más.
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