Terco como mula, Felicito es un hombre de principios. No da su brazo a torcer. Modesto, prudente y orgulloso. Aprendió de su papá la más importante lección de todas: en la vida uno no se debe dejar pisotear por nadie. Esta frase lo marcó de por vida. Honesto, trabajador, soñó siempre con salir adelante.
Comenzó desde muy joven a trabajar como conductor de una empresa de transportes intermunicipal. Ahorraba todo lo que ganaba, jamás compró algo innecesario y comía solo dos veces al día, cuando logró ahorrar cierta cantidad importante de dinero compró su primer camión que él mismo comenzó a manejar.
Usó la misma metodología que ha usado siempre y es seguir gastando como si fuera empleado y uno independiente y así poco a poco y con la ayuda de Gertrudis, que jamás le exigió nada, fue haciéndose a una flota de 11 buses que hoy tienen algunas de las rutas más importantes de la ciudad.