Durante la niñez es normal que las personas tengan amigos imaginarios con los que juegan cuando se sienten solos. La imaginación de los niños es tan grande que pueden darle vida a cualquier objeto y vivir una aventura increíble sin salir de su propia casa. El problema llega cuando ese espíritu, al que llaman amigo, se acerca con intenciones de lastimarlos.
Los infantes tienen más sensibilidad que los adultos, por lo que pueden notar la presencia de estos espectros de una forma más fácil. Fantasmas, demonios o espíritus, buscarán la forma de acercarse a nuestro plano a través de la inocencia de estos pequeños que, sin saberlo, se convierten en marionetas de fuerzas malignas más grandes de lo que imaginan.