Ante la falta de recursos económicos, Virgilio creó la forma de ejercitarse en su propia casa, construyendo su propio gimnasio con elementos naturales y reciclados en un pequeño pueblo santandereano llamado Mogotes. Y es que, aunque no va a ningún gimnasio, ha sido ganador de concursos departamentales de fisiculturismo. Empezó a levantar pesas cuando tenía 16 años, pero fue a los 20 cuando decidió tomarlo como un estilo de vida. Ahora entrena más de dos horas diarias, corre por las montañas y practica natación en uno de los ríos que pasan por su pueblo, el Suárez.
Virgilio, quien jamás ha tomado un suplemento vitamínico, cree que su habilidad extraordinaria es precisamente esa, que ha logrado mantenerse en forma y competir con su cuerpo, sin acudir a pastillas o proteínas artificiales, como él las llama. “Mi proteína es un batido de lentejas, kola granulada y agraz que me prepara mi mamá en la casa todos los días”.