El inquieto morocho de Tuluá nace con las condiciones y características para ser un atracador callejero: largas piernas que le permiten correr como una gacela, agilidad para saltar y esquivar obstáculos, y la malicia que sólo puede dar la calle. Pero el destino le tiene reservado el camino de la gloria y ni siquiera su carácter fiestero y desordenado puede evitar que termine siendo el futbolista más talentoso y habilidoso que haya nacido en Colombia.
En 1993 Asprilla ya es la gran figura del Parma de Italia, se codea con el jet set italiano y su fama de libertino y mujeriego transciende tanto como sus cualidades en la cancha. El 5 de septiembre, minutos antes del partido frente a Argentina, el Tino sale a la grama del estadio Monumental y, mientras habla por celular, levanta una mano hacia la tribuna que lo chifla y lo insulta a rabiar, y con los dedos les anuncia que va a marcar dos goles. Y, por supuesto, cumple la promesa.