Acompañar a un ser querido en sus últimos años de vida es un acto de entrega profunda, de amor sin condiciones. Gloria Coy lo vivió en carne propia. Junto a su hermana Flor, estuvo al lado de su madre, María Helena, una mujer fuerte y bondadosa que vivió hasta los 93 años.
Gloria, tiene 66 años, varios de los cuales asumió ese rol con dedicación total, como lo hacen tantas mujeres que, sin hacer ruido, sostienen a sus familias en los momentos más difíciles. "Ella era una mujer muy guerrera, la admirábamos mucho porque nunca se quejaba", recuerda con emoción. "Yo le entregaba mi cansancio a Dios", añade con convicción.
Los últimos días fueron duros. "Teníamos que insistirle: Mami, tienes que comer, abre la boquita. Pero ella era tan noble. Ya casi no podía, así que le dábamos todo licuado. Aun así, comía", relata Gloria, con la voz entrecortada. Para ella, cuidar nunca fue una carga, sino un acto de amor que le dio sentido a su vida.
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La partida de su madre dejó un gran vacío. "Me hace falta, porque ella era mi compañera", confiesa. Sin embargo, en medio del duelo, apareció una oportunidad inesperada.
Gracias al programa de Compensar en alianza con la Secretaría de la Mujer, Gloria y su hermana encontraron un espacio para reconectarse consigo mismas. "Nos hablaron de unos cursos en la alcaldía y decidimos asistir. Nos sentimos muy bien. Hacemos ejercicios muy ricos, nos ayudó mucho a salir de la monotonía", cuenta entusiasmada.
Natación, rumba, talleres, clases de educación física y acompañamiento psicosocial son algunas de las actividades pensadas para ellas en las sedes de Suba y Av. 68 de Compensar: mujeres que han dado mucho y que ahora también merecen recibir. "Lo disfrutamos, lo gozamos. Salimos relajadas, como si estuviéramos en otro ambiente", dice Gloria entre risas.
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Las hermanas Coy forman parte de las 500 mujeres que en los últimos siete meses se han beneficiado de este programa que busca promover el bienestar integral de quienes han dedicado su vida al cuidado de otros. "Esto fue un regalo muy bonito para nosotras", afirma agradecida.
Hoy, Gloria se redescubre. "Me siento viva, porque uno también necesita darse algo a sí mismo. Compartir con uno mismo es fundamental". Aunque la ausencia de su madre aún duele, cada paso que da hacia su propio bienestar está lleno de esperanza.