Ante la primera respuesta negativa por parte de Pedro de Heredia con respecto a llevarse a Constanza y su hija al Nuevo Mundo, la mujer no se rinde y hace las diligencias pertinentes para que Sol sea legalmente reconocida como suya.
La viuda del Duque acude al padre y le expresa que “la niña es sobrina de mi empleada, hija de una hermana que ha muerto hace poco. Flor ya tiene dos hijos y no puede hacerse cargo de ella…está buscando una familia que le quiera y he pensado en que es muy buena niña, tiene ojos muy grandes y una sonrisa muy bella”, comienza explicando.
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Ante el rostro confundido y sorprendido del sacerdote, ella menciona “Padre…me la quiero quedar y quiero darle mis apellidos, los de mi familia. No se lo he dicho aún a mi padre porque…” e inmediatamente él se niega, aunque ella es consciente de que su petición es indebida.
Acto seguido, le entrega unos títulos de unas tierras que le pertenecen a su familia y explica que, si recibe ayuda con lo que le acaba de comentar, ella puede hablar con su padre para cedérselos a la comunidad, pues ella es persuasiva. De esta forma ambos se verían beneficiados.
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Al salir de la iglesia, Constanza se encuentra con Inés y le pregunta por Alberto, quien permanece encerrado. Durante esta charla la viuda del Duque le expresa que le gustaría verla nuevamente, pues ambas están solas y tienen mucho en común. ¿Qué le habrá respondido la cuñada de Pedro?
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Al llegar a su morada, la mamá de Sol habla con Flor y le cuenta que con lo que recién le sucedió pudo “matar dos pájaros de una pedrada” para así cumplir con su verdadero objetivo: acercarse a Pedro a como dé lugar.
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