Desde que tenía 5 o 6 años, Emilio, el hijo de Víctor Hugo Aristizábal, no era de muchos amigos ni de socializar demasiado. Era más bien reservado, pero en medio de ese mundo tranquilo, apareció una pasión que cambiaría todo: el fútbol.
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Su papá, que lo conoce como nadie, lo vio enamorarse del balón desde el inicio, nunca lo obligó a jugar, pero sí estuvo ahí para apoyarlo en cada paso. Con el tiempo, esa conexión se volvió más fuerte, especialmente por un amor que comparten con orgullo el equipo Atlético Nacional.
La pasión verdolaga los une como pocos lazos lo hacen, pero más allá de ser hinchas, lo que realmente los conecta es la manera en que el exjugador ha sido parte clave del crecimiento de Emilio como jugador.
Lo ha acompañado en su formación, lo ha corregido cuando ha sido necesario, y lo ha impulsado a ser mejor cada día. Aunque muchos los comparan, a Victor Hugo Aristizábal no le gusta mucho que lo hagan. Hoy juega en Fortaleza, un club en el que está labrando su camino con esfuerzo y disciplina. Y ahí, desde la tribuna, su papá sigue siendo su hincha número uno.
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