Desde que la cantante Selena Gomez regresara por todo lo alto a la escena pública tras una retirada temporal que, como ella misma admitía, estaba motivada por el sinfín de problemas emocionales que se le acumularon desde que le fuera diagnosticada la enfermedad de lupus, la estrella de la música ha venido aprovechando buena parte de sus intervenciones para desahogarse en público sobre su experiencia en el lado más oscuro de la fama.
Y entre los muchos planos que han venido conformando su imagen pública desde que saltara al estrellato bajo el amparo de la factoría Disney, la artista estadounidense ha querido hacer referencia ahora a la relación tan obsesiva que mantenía con el mundo de las redes sociales y, sobre todo, el nocivo efecto que tuvo en su autoestima su condición de 'reina de Instagram', esto es, la persona cuyo perfil acumula el mayor número de seguidores en todo el mundo.
"Tan pronto como me convertí en la persona más seguida de Instagram, entré directamente en pánico. Se había convertido en algo demasiado absorbente, hasta el punto de ser lo primero a lo que dedicaba mi tiempo tras levantarme y lo último que hacía antes de irme a dormir", revela Selena en el nuevo número de la edición estadounidense de la revista Vogue.
"Se acabó convirtiendo en una adicción y me hacía sentir como si estuviera viendo cosas que en realidad no quería ver. Me daba la impresión de que metía cosas en mi cabeza que en realidad me importaban más bien poco. Por eso acababa sintiéndome fatal después de utilizar Instagram. Ahora me limito a investigar un poco como un fantasma, pasando desapercibida", añadió la artista.
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Pero además de achacar la visión tan pesimista que acabó desarrollando a la naturaleza ciertamente engañosa de las relaciones que se establecen en la esfera virtual, la joven intérprete está convencida de que la sensación de soledad que le invadía durante sus giras mundiales -a pesar de verse constantemente rodeada de fans y colaboradores- también dañó significativamente su autoestima y la confianza que hasta entonces tenía depositada en su talento.
"Los tours siempre han sido un entorno demasiado solitario para mí. Llegó un momento en que ya no tenía amor propio, estaba deprimida y sufría ansiedad. Me entraban ataques de pánico justo antes de salir al escenario o al terminar mi actuación. Creo que me estaba exigiendo demasiado, porque sentía que nada de lo que hacía era lo suficientemente bueno, que no era capaz. Sentía que no estaba dando a mis fans lo que se merecían, y en el fondo creo que todo era resultado de un retrato distorsionado de la realidad", se sinceró en la misma conversación.
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A pesar de que Selena ha terminado formando parte de ese club de ídolos juveniles que acaban sucumbiendo a la presión que se deriva de la popularidad, de los constantes juicios de valor a los que les somete la opinión pública, y de la obligación de ejercer en todo momento de modélico referente para las nuevas generaciones, al menos a día de hoy Selena puede congratularse con el hecho de que su fatídica experiencia le ha llevado finalmente a tener una relación mucho más transparente y honesta con sus fans.
"Estaba tan acostumbrada a actuar frente a niños, que en todo los conciertos acababa haciendo que todo el público se levantara y me prometiera que jamás permitiría que nadie les hiciera sentir mal ni les menospreciara. Y de repente, varios años después, veo que algunos de esos niños ya fuman y beben antes de que empiece mi espectáculo. Claro, les miraba a los ojos una vez más pero ya no sabía que decirles. Ya no podía decirles eso de: 'Prométanme que siempre creerán en ustedes mismos'. Es que no funciona así, y lo sé por qué yo también he tenido que lidiar con eso que les afecta a ellos y, en ese momento, yo no tenía consejo alguno que darles. Estaba tratando de dar sentido a mi propia vida", apuntó en la entrevista.
Por: Bang ShowBiz.
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