Al irreverente Kanye West parece haberle salido un duro competidor en la carrera por convertirse en el artista con una lista de exigencias más descabellada, teniendo en cuenta que el cantante Pitbull no es capaz de concentrarse para saltar al escenario si no cuenta con una "cabaña del amor" a modo de camerino para refugiarse antes de su actuación.
A su paso por el Fusion Festival de Birmingham (Reino Unido), el artista estadounidense consiguió generar el caos entre bambalinas al dejar bien claro que le resultaba imprescindible contar con una silla para "una persona y media" junto a una buena provisión de vodka bajo en calorías y limones en la zona que se había habilitado para todo su equipo, una serie de dependencias que debían contar con ventanas de cristales tintados para garantizar su intimidad.
"El hecho de tener tres habitaciones exclusivamente para él y para su séquito de treinta personas no hizo más que complicarle las cosas al pobre personal del concierto, que tuvieron que resolver todas sus peticiones en el último momento", declaró una fuente al periódico británico Metro.
Tanta demanda no deja de resultar chocante en un artista que siempre se ha mostrado muy orgulloso de sus orígenes humildes -marcados por el paso de su padre por prisión y su coqueteo con el tráfico de drogas-, una circunstancia que le habría permitido mantener los pies en el suelo hasta ahora.
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"Creciendo de la manera en que crecí, buscando una manera de escapar de toda la miseria, siempre temes volver otra vez al lugar de donde saliste, de una manera o de otra. Nunca termino de librarme de ese sentimiento. A día de hoy, sigue siendo difícil para mí decir: 'Lo has conseguido, esto es el éxito'. Sé que la fama y la fortuna son efímeras y que hay que seguir trabajando duro para permanecer en lo más alto", confesaba recientemente durante una entrevista en el programa de televisión 'CBS This Morning'.