Todo empezó con David Díaz-Granados, mejor conocido como David Dagger, quien traía en su mente desde hace tiempo una idea con la posibilidad de cambiar la manera cómo se concibe el tatuaje en Bogotá. Así fue como nació The Golden Dagger Art Colletive, combinando algunos conceptos infaltables en un buen trabajo de tatuaje: la fortaleza y el perfeccionismo.
De allí viene la esencia de la marca del dorado y la daga, que representan el brillo de lo que se destaca y la fuerza que se incrusta en el corazón del sistema con el mensaje impetuoso y provocador que quiere trasmitir todo aquel que decide marcarse la piel.
The Golden Dagger también es producto de la voluntad familiar de David y su esposa que pensaron en tener un negocio propio que complementara la idea del arte corporal, el sueño se hizo real y ahora están ubicados al norte de la ciudad, en la Cra. 14 A n.° 83-72. Ofrecerles una experiencia distinta a los clientes fue su meta, alejándose del arquetipo del tatuador común que tatúa, cobra, sella y despide a su cliente como uno más.
La noción era simple pero potente: mejorar la percepción de las personas que quieren tatuarse, presentándoles un espacio para venir con sus amigos y, ¿por qué no?, con su familia y disfrutar y relajarse antes o después de pasar por las agujas. Pero este pilar debía estar sostenido por otro igual de importante: la calidad en los tatuajes. De manera que David, al mejor estilo del Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda, reunió a un grupo de siete tatuadores más, con tanto talento y pasión por el oficio, como él mismo.
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"Un gran tatuador debe tener disciplina, rigor en el diseño, perfeccionismo en los terminados, dedicación, amor por el oficio y respeto al arte". Esa fue la consigna de David y de los tatuadores que conforman uno de los colectivos de este oficio más habilidosos del país".
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David lleva 12 años en el mundo del tatuaje. Es un tipo sencillo, sereno y muy comprometido con lo que hace; su mayor fortaleza (tal vez) es que le importa la tradición de hacer las cosas bien hechas. Lo mueve el estilo de tatuaje japonés, pero no se encasilla ni se amilana con ningún con estilo en concreto porque sabe que la maestría de los años ahora le permite probar y seguir aprendiendo.
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Fonte llegó al tatuaje hace ocho años gracias al hardcore y el punk, la música que le gustaba. Nunca le pasó por la mente llegarse a tatuar, mucho menos ser tatuador, pero este mundo lo absorbió y enhorabuena sucedió, porque se convirtió que en un artista increíble. Con elocuencia reconoce que este proceso ha sido evolutivo, le gusta el realismo y el color, una mezcla que cobra vida gracias a su capacidad interpretativa.
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Ones sabe que el tatuaje es su razón de ser y de existir por eso cada dibujo que crea lo hace pensando en ofrecerle el mejor regalo a sus clientes. El black and grey y el realismo en sombra es su fuerte. Sus tatuajes sorprenden por la textura y el detalle que hacen pensar que están vivos, son grabados que se acoplan con fluidez a la anatomía. Ones es un tipo modesto, sus tatuajes lo contradicen.
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El cuarto maestro es Leonardo quien ha aprendido a combinar la espiritualidad con el arte. Su estilo es libre y sus obras llevan un aire impregnado de psicodelia y surrealismo porque a través del color él genera un efecto en los sentidos. Sus dibujos evocan a las ondas y a las líneas hipnóticas de un viaje onírico que se repite. Leo con su arte envía un mensaje, uno comprometido con el trabajo y, desde luego, trascendental.
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Sus obras son como pinceladas. Su arte es reivindicador con el oficio, lleva ilustrando desde hace 14 años y tatuando desde hace siete. Basta con mirar su trabajo para darse cuenta de que sus tatuajes crean efectos alucinantes en la piel porque dan la impresión de ser brochazos de acuarela, de ser humo, de ser espejismos que parecen inasibles, pero no lo son, son muy reales.
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Mario Toloza es el sexto artista del colectivo. A Mario le agrada generar una conexión con sus clientes ya que al final del trabajo el logro más grande es que la persona tatuada se sienta orgullosa del resultado. Su estilo es dual debido a que explora el realismo entre el color y las sombras, es un trayecto cósmico, natural y artificial que no se detiene, avanza y absorbe.
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Sebastián es conciso, su estilo es el de la vieja escuela, el tradicional americano, que viene de los marinos y los soldados, cuando cada tatuaje era un recordatorio para mantenerse vivo en el frente de batalla. Su arte remembra una corriente clásica, sólida y consistente que se graba a profundidad, que no negocia con el tiempo, que se estampa para lucir con mucho honor.
Tomás es un joven prodigio, con tan solo 21 años y un año tatuando, lo hace excelente. Sus tatuajes parecen hechos por un tatuador con décadas de trabajo encima. La fotografía, el realismo y la sensualidad expuesta en las sombras de sus trazos es asombrosa. Sus líneas suaves, sus brillos artificiales y su difuminado tocan la fibra. Lo que hace con la aguja es arte en la medida en que trastoca las emociones de quien observa.
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En The Golden Dagger Art Colletive confluyen adjetivos que parecen adversos pero que por la variedad de talentos que hay coexisten sin estorbarse. Allí la fortaleza, la rudeza, la destreza, lo extraordinario, lo sensible, lo orgánico y lo noble pueden ser uno y la razón es que hay un grupo de tatuadores que está innovando y presentando una oferta como ninguna en Bogotá.
Por: Felipe Laverde
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