Armida está nuevamente sola en Bogotá y no tiene ningún otro lado a dónde ir que el burdel en donde empezó a trabajar hace unos años. Allí se reencuentra con Brigitte, quien está dispuesta a ayudarla por unos días.
Ese lugar también le sirve a Armida para recordar que ni el dinero ni los lujos podrán reemplazar su verdadera pasión: el baile.