Desde el primer día que llegó al lugar para hacer su retiro espiritual, Alejo conoció un costeño que le hizo buen habiente en la casa y se convirtió en su amigo. Por ausentarse un día de la comida grupal el maestro lo castigó y tuvo que quedarse en un cuarto solo con voto de silencio.
Alejo, que no lo quiso desamparar, le llevó comida y por medio de señas él le pidió que le trajera su radio para escuchar música, una botella de alcohol y un par de mujeres. El cachaco acede después de varias suplicas.
Su amigo se bebe el ron y escucha música, pero las mujeres terminan metidas en la cama de Alejo y él por poco y accede a sus peticiones. Con una fuera de voluntad increíble las saca de la casa y se libera de la tentación.