Hace siete años, Rosángela Montilla llegó de Venezuela cargada de ilusiones y en Colombia no solo formó una familia junto a su esposo, sino que levantó una microempresa de comida típica donde preparan pasteles, papas rellenas y una salsa de ajo que se ha ganado el corazón de sus clientes.
Sin embargo, como a toda madre, el ingreso de su hija Victoria al jardín le generó una profunda incertidumbre.
El temor inicial de dejar a su pequeña se transformó en tranquilidad al conocer el Jardín Social El Porvenir en Bosa, operado por Compensar. Gracias a las referencias y al cariño de las profesoras, Rosángela confió el cuidado de su hija a manos expertas, entendiendo que este era el paso necesario para abrirle la puerta a un mundo de nuevas experiencias.
"Yo sabía que las profesoras son muy queridas, atentas y cuidan a los niños porque se preocupan por el bienestar de cada uno de ellos", expresa.
Para esta madre emprendedora, el jardín se convirtió en un aliado fundamental pues mientras ella trabajaba, su hija, Victoria recibía una atención integral.
"Yo dejaba en el jardín a las siete de la mañana y la recogía las tres y media de la tarde, para mí fue mucha ayuda porque siempre he mantenido ocupada, mientras la niña estaba en el jardín", comenta Rosángela.
Allí, la niña no solo aprendió sus primeras lecciones, sino que adoptó hábitos saludables, disfrutando de una alimentación balanceada con frutas y verduras.
"A Victoria en el jardín le daban su desayuno su almuerzo sus onces, todo balanceado", indica.
Además del bienestar nutricional, el servicio gratuito de los jardines sociales en convenio con el Distrito representó un alivio económico vital. Sin la preocupación de mensualidades o costos de alimentación, Rosángela pudo enfocarse en hacer crecer su negocio y fortalecer el futuro de su hogar.
A finales de 2025, el camino recorrido dio fruto, pues Victoria, junto a otros 873 niños, recibió su grado en el Centro de Convenciones de Compensar.
"La despedida fue algo muy increíble que no muchas entidades hacen", expresa con emoción.
Fue una despedida llena de amor que dejó una huella imborrable, hoy, la niña asegura que siempre llevará a la institución en su corazón.
La historia de Victoria es el reflejo de un país que se construye coneducación y lo que comenzó como un jardín de esperanzas ha sembrado una semilla tan fuerte que la pequeña ya tiene clara su meta: “Cuando sea grande, quiero ser directora de los jardines de Compensar”, concluye.
Es la prueba que con el apoyo adecuado, el bienestar de los niños hoy es la grandeza de los líderes de mañana.