Después de presenciar el matrimonio de su hija y Manolo, la esposa del gobernador de Cartagena se despide de ambos jóvenes y al otro día disfruta del desayuno junto con Catalina para comentar que el lado positivo de la situación es que ahora podría tener otro hijo.
Ante la repentina decisión de Pedro de huir a resolver asuntos con la guardia, la enviada por el virreinato expresa su deseo de acompañarlo, sin embargo, Constanza le pide un favor: ayudarle a revisar cajas que tienen muebles y material para el colegio.
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Mientras ambas hacen esto, Catalina encuentra un libro que habla sobre Cartagena: es el diario de José Buendía sobre el viaje y la fundación de la ciudad.
Al leerlo, ella se siente profundamente destrozada, pues relata lo que supuestamente cometió Pedro con su pueblo y con su padre, el Cacique Galeras; texto que escribió y se inventó Constanza junto con la mamá de Manolo con la intención de arruinarla a él y al español.
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“A Pedro solo le importaba una cosa: Salvar a su hermano. El jefe de la tribu se llamaba Galeras y como el comercio de indígenas estaba prohibido por la reina, ante mi insistencia Pedro aceptó detenerse en Tenerife para librarnos de ellos antes de llegar a España”, lee Catalina.
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"Tuvimos suerte, un comerciante portugués nos ofreció 20 monedas por cada salvaje y se vendieron todos, menos Galeras. Un salvaje viejo que no le servía a nadie. Pedro debía deshacerse del anciano, le disparó y después lo tiró por la borda”, concluye.
Después de esto, Catalina queda completamente destrozada y mientras tanto, Constanza medita qué podrá pasar y qué acciones tomará la indígena.
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