Si la perspectiva de hacerse mayor bajo el despiadado escrutinio del ojo público resulta intimidante, cuando se ha sido considerada además una de las mujeres más hermosas del mundo, como es el caso de Angelina Jolie, el cumplir años se convierte directamente en algo aterrador.
En su caso, la actriz intenta no agobiarse demasiado con los cambios que descubre cada día en su reflejo a base de repetirse que lo importante es seguir sumando velas a su tarta de cumpleaños, especialmente después de que en 2013 se sometiera a una doble mastectomía y a una histerectomía total con salpingooforectomía bilateral, la extirpación del útero, los ovarios y las trompas de Falopio, tras descubrir que era portadora del gen BRCA1, lo que le daba casi un 90% de probabilidades de padecer cáncer de pecho y un 50% de tener cáncer de ovarios.
"Cuando me miro al espejo, me doy cuenta de que me parezco a mi madre y eso me llena de ternura. También noto que estoy envejeciendo, y me encanta, porque significa que estoy viva, que sigo viviendo y haciéndome mayor", asegura la actriz y cineasta en conversación con la revista InStyle, aunque sin caer en el tópico de afirmar que ama cada una de sus imperfecciones amparándose en la excusa de que la hacen única.
"A ver, no es que me apasione tener manchas oscuras en la piel sin aparente explicación, que me han quedado de mis embarazos. Pero lo que me gusta de todo lo que veo no es la estructura o la apariencia... está más bien relacionado con el hecho de que puedo ver a mi familia en mi rostro, y muestra mi edad".
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Por otra parte, como madre de seis hijos Angelina tampoco dispone de demasiado tiempo para dedicarlo a mimarse y mucho menos para seguir una estricta rutina de belleza compuesto decenas de pasos o productos. Lo máximo que se permite es acudir con cierta frecuencia a su dermatóloga de confianza y realizarse tratamientos faciales con luz pulsada para rejuvenecer el cutis.
"Yo soy de esas personas que no para de repetir: '¿Puedes intentar no hablar conmigo mientras me estoy duchando? O al menos, ¿puedes no abrir la puerta? Déjame terminar y en seguida saldo'. Dame un segundo, solo un segundo; eso es lo que repito todo el día, sin parar. Y ahora ni siquiera puedo usar esa frase porque mis hijos me contestan: 'De acuerdo, uno. Ya está, ya te he dado un segundo'", bromea.
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