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En la mañana veranera del 14 de junio de 1914, nació en Guacoche el que venía destinado a ser una leyenda, un hombre con un talento innato desde el vientre para componer, cantar, ejecutar de manera magistral el acordeón y ser versátil para desempeñarse en los cuatro aires del vallenato. El gran Moralito nació para reunir todo lo que compone la definición de juglar.
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Con tan solo 12 años, Morales empezó a tocar el acordeón sin que nadie le enseñara, pues venía con el talento bajo el brazo... solo faltaba explotarlo. Años más tarde, empezó a componer de parranda en parranda hasta convertirse en un maestro, como lo llamaban en cada lugar que visitaba.
Lorenzo, un hombre andariego, inquieto, errante, compositor incansable, amigo incondicional y enamorado imparable. Desde muy joven tuvo claro que el acordeón no era una herramienta de trabajo, por el contrario, era un instrumento de placer y diversión con un único fin: enamorar a las muchachas y andar de boca en boca. Aunque sus letras no tenían tanto valor poético, estaban llenas de una sencillez que hacía corear con gran sentimiento a los amantes de sus canciones.
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Con profunda tristeza, este gran juglar vallenato del infaltable sombrero de ala corta cayó en el olvido y murió a los 97 años viendo pasar el tiempo junto a Ana Romero, su familia y el acordeón que le regaló Gabriel García Márquez.
“Yo soy Lorenzo Morales al derecho y al revé. Yo soy quien deja la huella antes de poner el pie"
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