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Esteban Mejía, de saltar andenes a romper el récord mundial de Peter Sagan

Esta es la historia del ‘Hijo de Filandia’ quien, a pesar de tener momentos empinados en su ruta, sube pedaleando por la vida al igual que por las lomas de su amado Quindío.

Esteban Mejía
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Son las cuatro de la tarde en Filandia, Quindío; cae el sol, cesa la lluvia y ahora se posa sobre la cordillera un arcoíris que acompaña de fondo los relatos, las lágrimas, la nostalgia, los chistes, las muecas y las sonrisas de un joven que hizo historia mundial en el ciclismo, y que hoy está sentado en un Jeep Willys rojo típico cargado de bultos de café para dar una mirada atrás y ver cómo con 12 años superó al legendario ciclista Peter Sagan.

Un ciclista hecho a punta café, chuleta de pollo, mente fuerte, piernas de acero y corazón de oro

De quien dicen, sin saber caminar bien a los dos años, ya pedaleaba duro en su triciclo. De quien dicen, sacaba de quicio a sus vecinas por saltar de andén en andén en su bicicleta. ¿Quién es ese que más que una bicicleta de muchos millones de pesos solo necesita degustarse con su platillo favorito, montar sin calzoncillos y mentalizarse de todo lo que puede lograr para subir el Alto de Letras pedaleando o romper tres récords mundiales?

En un país en donde los ciclistas están acostumbrados a escalar montañas a punta de panela, banano y bocadillo; este joven rompe la tradición y solo necesita como fuente de motivación un trozo de milanesa, o como lo dice su papá: “a ese muchacho dele una chuleta de pollo y le sube pedaleando hasta donde quiera”.

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Si usted lo ve por ahí caminando tan tranquilo no creería que se trata de él, pero si lo ve subiendo una loma en bicicleta como si tuviera alas, no dudaría de que ese es Esteban Mejía Morales, la promesa del ciclismo en Colombia que, con tan solo 12 años, le quitó el récord a Peter Sagan, quien impuso su propia marca en 1999 y desde eso nadie lo había bajado de ella.

38,668 fueron los números, o más bien, kilómetros, con los que este pedalista cambió la historia de su vida y la de su país desde el velódromo del Centro de Formación y Entrenamiento Deportivo de Cochabamba, Bolivia.

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Los sueños y la esencia de Esteban

Cuando era niño soñaba con ser bombero, policía o con tener una finca para adoptar a los perros callejeros. Su papá quería que fuera arquero, pero algo no estaba bien cuando salía de su casa con uniforme y guayos saltando en bicicleta. Esteban nació para ganar pedaleando.

Esteban le ha hecho honor a su nombre: significa victorioso.

Él es sereno, un poco tímido al principio y muy divertido al final. Es delgado y alto, tiene cuerpo de un joven de 14 años, pero piernas fornidas de un deportista de 25. Y ni hablar de su corazón y su humildad, eso sí es de otro mundo y no tienen edad, solo tienen calidad. Ha sido terco, pues cuando le dijeron que no podía hacer más de 37 kilómetros en 60 minutos, él se negó a creer eso y demostró lo contrario con su fuerte y constante pedaleo.

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Aunque es muy joven, apuesto y de mirada coqueta; ese amor de la adolescencia que todos suelen tener, él solo lo tiene para su bicicleta, para la única que tiene ojos y es su novia, pues es a la que ama, admira, cuida y la que lo hace ‘tapetear’.

“No es la flecha, sino el indio”

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Este joven ciclista oriundo de la Colina Iluminada del Quindío no puede negar que se siente amenazado y con temor cuando sus contrincantes se ven más grandes y sus bicicletas brillan por los millones que valen. Sin embargo, Esteban resplandece por su disciplina, por su constancia y, kilómetro a kilómetro, carrera a carrera y pedalazo a pedalazo demuestra una vez más que no importa en qué esté montando, el trae un talento innato, una mentalidad fuerte y unas piernas resistentes que, ni el marco más caro o las ruedas más finas compitiendo en su contra, le podrán echar polvo.

En las competencias sus piernas las siente echando candela, pero él sabe que son indestructibles.

“Uno para ser el mejor no debe tener la bicicleta más cara, son las piernas y la mentalidad que uno le meta y esa es la frase que yo llevo acá”, dice Mejía con seguridad y entre lágrimas de satisfacción mientras se señala con su dedo índice la sien.

Aunque no se pueden negar las habilidades que tiene Esteban para dominar la bicicleta, también ha contado con suerte en el camino, o más bien, como su familia lo cuenta, se ha topado siempre con “ángeles” y “milagros”.

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Molly y Robert son un ejemplo de ello, pues este par de norteamericanos se aparecieron en la vida de este ciclista con unas llantas de alta gama que le dieron un impulso para lograr el récord en Bolivía.

Otra vez, cuando la felicidad invadía a Jhon Mejía por haber visto a su hijo campeón en Cali, pasó por alto amarrar bien la única bicicleta que tenían al carro y, regresando de la competencia, la botaron en la mitad de la carretera, pero gracias a un amigo lograron recuperarla y Esteban pudo continuar con sus entrenamientos. Ahora, lo recuerdan entre risas y no se pueden ni imaginar lo terrible que hubiese sido perder su bien más preciado.

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Por supuesto, la familia de Mejía no puede dejar en el tintero una de las anécdotas que hoy les hace derramar lágrimas, pues cuando el ciclista logró un récord de Quimbaya a Filandia y lo estaban recibiendo con bombos y platillos en el parque principal de su municipio, un anciano humilde se acercó para regalarle un lapicero acompañado de emotivas palabras:

“Campeón, vea le regalo este lapicero para que firme su primer autográfo. Yo ya estoy muy viejito y puede que no lo vea triunfar, pero a mí me van a llegar las noticias al cielo de que el niño que hizo un récord de Quimbaya a Filandia es un campeón del mundo”, son las palabras que recuerdan Esteban y su familia de lo que para ellos fue un “ángel”.

¡Duro, Esteban, vamos, vamos!

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Esteban y su familia han pedaleado tan duro en las carreras como en la vida, pues a pesar de que no les ha tocado fácil y no han sido privilegiados económicamente, son conscientes de que los logros de su ciclista estrella valen el doble porque han sido luchados y sudados a punta de venta de lechonas, boletas, rifas, los manicure de su mamá y las rutas de bus de su papá; sin hablar de los gritos de aliento de sus hermanos menores que apenas aprenden a hablar, pero saben gritar fuerte y claro “duro Esteban, duro Esteban”. Subirse a los podios y levantar trofeos ha sido trabajo de una familia y una comunidad entera.

“El ciclismo es un deporte de ricos que nos gusta a los pobres”, asegura Jhon Mejía, el papá de la promesa del ciclismo en Colombia, quien se ha partido el lomo por ver a su hijo triunfar.

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De saltar andenes a ser triple récord mundial: “se siente bacano, se siente una elegancia”

A Esteban solo le falta terminar de creerse el cuento. Todavía recuerda cuando casi nadie lo conocía y solo pensaban que “montaba bien y tenía estilo”. Hoy se sorprende y se siente en un sueño cuando su nombre ya retumba en un país entero y lo reconocen por el niño que le tumbó el récord a Peter Sagan.

Ahora, el arcoíris ya se escondió y él sigue sentado en ese mismo Jeep Willys rojo, pero con el atardecer de fondo y, a pocos meses de ese 9 octubre de 2019, día en que esos 38,668 kilómetros cambiaron su historia, la de su departamento y la de su país; Esteban cierra los ojos, se concentra, viaja al futuro y se visualiza en un equipo profesional, corriendo una Vuelta a Colombia y estando en las grandes ligas de Europa.

Eso sí, después de ganar muchas carreras, subir podios, abrir botellas de champaña, recibir besos de bellas modelos, superar récords y sin importar si está en Europa o en cualquier parte del mundo; esta joven promesa nunca dejará de representar a su gente, esa que siempre creyó en él, que le compró una lechona para que recogiera fondos y pudiera viajar a competir o le dio un grito de aliento.

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Porque Esteban Mejía siempre será de Filandia para el Quindío, del Quindío para Colombia y de Colombia para el mundo.

Actualmente, Esteban hace parte del semillero Talentos Colombia, su equipo es Jóvenes Ciclistas de Medellín y su entrenador es Pablo Pulido. Hasta el momento, no ha parado de cosechar logros y ha ganado importantes competencias realizadas en diferentes lugares del país. Además, se sigue preparando para la Vuelta al Futuro en Noviembre y otros eventos próximos muy importantes para su carrera ciclística.

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Por: Juliana Moreno Villegas

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