Elegante, bonita, insoportable, consentida, buena vida. Superficial y algo infantil, Magdalena piensa que se lo merece todo. Aunque estudió y trabaja en la oficina de su papá, no es que se destaque mucho a nivel profesional porque ella lo que quiere es pasarla bien. Cree que el status social es todo en esta vida y desprecia y desconoce a todos los que no estén dentro de su círculo social.
A pesar de tenerlo todo, hay algo que le falta, o al menos eso cree ella: la suerte. Suerte para conseguir lo único que no ha podido comprar con plata: el amor. Jamás se ha enamorado y los hombres que se le han acercado tienen todos un interés común: su dinero. Por eso Ismael Herrera, su papá, ha conseguido siempre comprarlos para que la dejen en paz. Ella no sabe que lo que saca corriendo a la mayoría de hombre es que es demasiado superficial hasta para los superficiales.
Llena de adornos, Magdalena anda dormida en este mundo que no ha querido ver, le interesa poco el otro y aprenderá su lección cuando se enamore por fin de un hombre que no cumple con ninguno de sus requisitos: Fonchito. Ex chofer de su papá, Fonchito le enseñará que con la gente no se juega.
Aunque Magdalena detesta a Armida y la considera una pobre muerta de hambre, no tiene las mismas agallas que su hermano para planear una venganza terrible. Ella simplemente obedece a Escobita. Es su aliada. Pero es una aliada que no mide las consecuencias. Vive en la fantasía. Negadora de profesión, cree que el mundo es sí o sí como ella se lo inventa en su cabeza.
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En el fondo adora a su papá y no soporta que éste haya conseguido el amor en otra mujer que no sea su mamá, no se lo perdona. Envidia a Armida, no entiende qué tiene esa mujer que a todos vuelve loco, que es capaz de seducir y conquistar, mientras que ella tiene un repelente natural para los hombres.
Magdalena tira la toalla, huye y no enfrenta. Pero no es una mala persona, es más bien una niña que no ha querido crecer y enfrentar la adultez.
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Su sueño: ser una mujer.