Al saber que Ismael ya ha jugado con su salud para darles una lección a sus hijos, Armida exige ver su cadáver para comprobar que su muerte sea algo real y se encuentra que todo lo que dijo el médico es verdad.
Entre lágrimas y gritos, Armida le reprocha a Ismael haber muerto justo cuando más lo amaba y cuando había dicho que nunca la iba a dejar sola.