A pesar de su esfuerzo por mantenerse alejado de Elizabeth, Alejo sucumbió ante el licor y después de embriagarse decidió llamarla y confesarle por qué la dejó plantada en el altar el día de su boda: salvarla de ir a la cárcel. La costeña también estaba bajo los efectos del alcohol y no entendió nada de lo que él le decía.
Al día siguiente ninguno de los recordó lo sucedido, pero lo cierto es que cada palabra que dijeron les salió del corazón.