La de Irina Shayk es la típica historia del patito feo que sueña con convertirse en un cisne, o en su caso en un chico, para escapar de su entorno. Durante su adolescencia, la modelo rusa -que ha desfilado para las firmas más exclusivas y mantenido relaciones sentimentales con algunos de los hombres más atractivos del planeta, incluido su exnovio Cristiano Ronaldo y su actual pareja Bradley Cooper- pensaba que no era guapa y que nadie se sentiría nunca atraído por ella.
"Nací y crecí en un pueblo pequeño, y ni siquiera pensaba que fuese especialmente guapa. A los 14 años, habría dado un brazo por ser un chico: estaba convencida de que era horrible y de que nadie me encontraría nunca atractiva", confiesa la maniquí rusa en una entrevista a la revista GQ Italia.
Los inicios de Irina en el mundo de la moda tras ser descubierta por una agencia de modelos de su región, donde la animaron a presentarse al concurso de belleza Miss Chelyabinsk, fueron fáciles, ya que se sentía fuera de lugar entre el resto de chicas debido a sus pocos recursos económicos.
"Nunca había viajado en avión hasta los 19 años. Cuando llegué a París por primera vez tenía 20 años, y nada que ponerme ni que comer. Recuerdo que me sentía muy avergonzada delante de otras modelos por cómo iba vestida", rememora Irina.
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Por: Bang Showbiz