La atleta, originaria de Armenia (Quindío), fue una de las primeras atletas en abandonar la competencia y, durante su estadía en playa Bronce, pues fue el único territorio que alcanzó a conocer, se mostró con el ánimo bajo y llorando constantemente.
¿La razón? Ella explica que, tal vez, las situaciones extremas a las que fueron sometidos los participantes le hicieron aflorar sentimientos que tenía guardados y que aún no habían hecho catarsis. Uno de esos fue un cáncer de cuello uterino, que padeció hace dos años y del cual se curó, en parte, gracias a la buena actitud con que lo afrontó.
“En nueve meses, me hicieron cuatro cirugías, hasta que decidieron sacarme la matriz, porque el cáncer ya estaba regado. Fue casi un año en el que, prácticamente, no me podía mover. Tuve que dejar de trabajar y de hacer deporte y bajé ocho kilos”, cuenta la deportista, de 36 años, y asegura que, a pesar del dolor, nunca se sintió derrotada por la enfermedad.
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