La actriz Michelle Rodriguez ha cambiado sus días de desenfreno por una vida más tranquila en su nueva casa del barrio residencial de Venice, en Los Ángeles, en la que por no tener no tiene ni muebles, solo una cama que cuelga del techo mediante cuatro cuerdas y que ella misma define como el lugar de descanso perfecto "para una monja".
"Ni siquiera tengo sofás. Y mi cama es genial para una monja, supongo, pero no puedes tener nada de acción en ella: ¡te chocarías contra las paredes!", aseguró la intérprete a LA Weekly, admitiendo que tomó la decisión de mudarse lejos del bullicio de Hollywood junto a sus gatos Hemingway y Coco por su propio bien: "Tuve que irme para salvar mi hígado de sufrir un daño permanente. Había demasiada actividad, demasiada gente solitaria".
De esta forma, Michelle ha cerrado una de las etapas más turbulentas de su vida, marcada por la muerte de su compañero de reparto en la saga 'A todo gas', Paul Walker, en noviembre de 2013, que la empujó a viajar e iniciar relaciones sentimentales -como la que mantuvo con la modelo Cara Delevingne hasta el año pasado, o el esporádico romance de verano que protagonizó con Zac Efron- de forma irreflexiva.
"En realidad me volví un poco loca... Hubo un montón de cosas que hice durante ese año que jamás habría hecho de estar en mis cabales. Me parecía que nada de lo que pudiese hacer me haría sentirme viva, así que seguía esforzándome más y más. Me dediqué a viajar y a practicar sexo. Y sencillamente estaba intentado ignorar todo lo que sentía", confesaba recientemente Michelle en una entrevista a Entertainment Weekly.
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