La cantante Emeli Sandé estuvo a punto de sufrir un "ataque de nervios" al divorciarse de su marido, Adam Gouraguine, ya que pese a que apenas estuvieron casados durante un año -la boda se celebró en septiembre de 2012 en Montenegro- su unión estuvo precedida por 10 años de noviazgo, por lo que la separación del que fuera su amor de juventud supuso un gran dolor para la artista.
"Todo el mundo pensó que me había vuelto loca. Me decían: '¿Qué quieres decir con divorcio? ¡Estábamos todos en tu boda hace solo unos meses!' Pero dentro de mí había algo que me decía: 'Esto no es vida, estás fingiendo ser quien no eres'. Es algo muy difícil de explicar, ni siquiera puedo explicarlo ahora. Sentí que tenía que despertar. Como si hubiera estado durmiendo mientras las cosas sucedían a mi alrededor. Podía levantarme, subir al escenario y cantar, y aunque no quiero referirme a aquel momento como colapso, lo cierto es que lo sentí así. Cada día me hago un poco más fuerte y dejo de culparme por ello. Creo que los meses posteriores los pasé sin aceptar lo que había pasado, aunque tampoco lo negaba. Adam y yo estuvimos juntos desde los 17 años. Fue mi único novio. Ha sido la única persona con la que he estado en los últimos diez años. Así que el haber perdido nuestra relación fue lo que más me costó, más incluso que nuestro matrimonio fallido. Fue mi mejor amigo durante mucho tiempo, así que perder un apoyo tan importante como el suyo en mi vida fue lo peor de todo", reveló la artista al periódico The Times.
Emeli -quien mostró este domingo un nuevo flequillo recto en la gala de los MTV European Music Awards en Glasgow (Escocia)- se arrepiente de haber contraído matrimonio con Adam debido sobre todo a que ambos llevaban vidas "muy separadas", a pesar de que no se le ocurre una sola cosa negativa que decir sobre él y está decidida a mantener el tatuaje de su esternón, en el que se puede leer "Te quiero Adam" en serbio.
"Yo estaba viajando todo el tiempo y sentía que era muy injusto por mi parte obligarle a que su mundo encajara con el mío. Me acompañaba en la gira y después se marchaba por ahí tres meses a una expedición de biólogos marinos. Cuando por fin nos veíamos nos poníamos al día y era genial porque teníamos muchas historias que contarnos, pero nos dimos cuenta de que estábamos viviendo nuestras vidas lejos del otro, compartiéndolas con gente distinta. En cuanto tuve un tiempo de descanso y me alejé de toda la locura [que supone la gira] me quedé como: 'Vale, veamos qué pasa'. Me di cuenta de que muchas cosas iban mal, de que éramos pareja, pero que quizá no deberíamos habernos casado. Casi no podía decir quién era yo. Cada vez me alejaba más de mí misma y de mi familia. Él era la misma persona de siempre, puede que fuera yo quien había cambiado", concluyó.
Publicidad