La actriz ha revelado que su dislexia, la cual le fue diagnosticada por casualidad una vez cumplidos los 20 años, tuvo consecuencias devastadoras en su educación y en su autoestima.
"La única razón por la que supe que sufría dislexia fue porque fui a que me graduaran la vista. Me pusieron unas gafas de pasta gigantes, con una lente azul y otra roja. Me hicieron leer un párrafo y luego me hicieron una especie de test, me hicieron diez preguntas basadas en lo que acababa de leer y creo que acerté solo tres. Después me pusieron un ordenador en los ojos para mostrarme cómo se movían mientras leía. Me saltaba cuatro palabras para retroceder luego dos, y además también tenía un ojo vago, como bizco, que siempre tenían que retocar en las fotografías", confesó la intérprete a The Hollywood Reporter.
Sus problemas con la lectura y el hecho de que desconociera que padecía dislexia hicieron que Jennifer diera por sentado que, sencillamente, no era inteligente.
"Pensaba que no era inteligente, no podía retener nada en mi cabeza", explicó.
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Otra frustración con la que Jennifer ha tenido que lidiar a lo largo de su carrera ha sido ser criticada por su falta de interés por convertirse en madre, algo que considera injusto.
"No me gusta la presión que la gente pone en mí y en las mujeres, que por el mero hecho de que no has tenido hijos ya has fallado como mujer. No creo que sea justo. Puede que un bebé no haya salido de tu vagina, pero eso no significa que no tengas instinto maternal, con tus perros, tus amigos o los hijos de tus amigos. De mí se dice continuamente que he estado tan centrada en mí misma y en mi carrera que no he querido ser madre, y que eso es muy egoísta", aseguraba recientemente la actriz a la revista Allure.
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