Si usted es uno de los millones de colombianos que arrienda un apartamento o una habitación de su propia casa con el fin de recibir una entrada económica extra debe saber que en los últimos meses
Uno de estos casos es el de Marianelly Useche y su hija Viviana, quienes llegaron a una casa del barrio Bogotá, en la localidad de Ciudad Bolívar, al sur de la capital colombiana hace dos décadas. Su vida se limitaba al cuidado mutuo, pues Marianelly a sus 71 años ya sufría algunos achaques de la vejez y Viviana, aunque tiene 29 años, presenta una condición de discapacidad. A pesar de esa situación, dicen ellas, siempre han vivido tranquilas. Ella cuenta que ahorró y construyó otro apartamento con la ilusión de recibir un ingreso adicional a los subsidios del gobierno. También señala que durante varios años todo marchó bien con sus arrendatarios y asegura que solo recuerda un impase con uno de sus inquilinos: “se fueron debiéndome tres meses de arrendamientos y también los servicios y todo eso me tocó pagar a mí los servicios que ellos gastaron”.
Nada realmente grave según ella, pero el 17 de abril de este año y tras algunos meses con su apartamento de desocupado Marianelly Useche aseguró que por la necesidad de tener su acostumbrado arriendo recibió a tres amigos que llegaron buscando un lugar en donde vivir.
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"Me dijeron ‘arriéndeme que somos muy cumplidos, somos trabajadores’. Dijeron que eran colombianos”. Solo confío y esa confianza señala, le pasó factura a los pocos días, manifiesta que rápidamente se llevó una sorpresa: “uno de los niños que pasaban por ahí se colgaban de la manija de la puerta. Entonces me dijo ‘usted le arrendó a mi tío, nosotros somos de Venezuela, es que el carga dos cédulas”.
Había transcurrido únicamente una semana y Marianelly afirma, ya se sentía incómoda con sus nuevos inquilinos. “Siempre entraban ahí gente y entonces como no dejaban dormir, pues a mí ya me habían dicho ‘esa gente no deja dormir’". Relata que estaba tan molesta con su presencia que incluso les había propuesto una solución para que le desocuparan su propiedad cuanto antes. Los $350 mil que recibió por un mes de arriendo dice, se convirtieron para ella en un verdadero dolor de cabeza.
Asegura que el pasado 14 de mayo cuando aún faltaban tres días para que se cumpliera el primer mes del contrato, en plena celebración del Día de la Madre, las diferencias con sus inquilinos empezaron a tomar otro rumbo. “Yo les dije ‘hagan el favor y se calman un poquito’, no fue más lo que yo le dije, cuando uno se paró y me dijo ‘vieja gran …, usted no tiene derecho de irnos a mandar que nos callemos. ‘Ya la casa no es suya’, me dijeron, ‘la casa es de nosotros, nosotros somos los que mandamos acá’”. Y en ese momento, indica Marianelly, algo inesperadamente violento ocurrió. “Yo vi que uno se venía... y yo ni supe a qué hora me enterró el cuchillo que traía”.
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