Héctor Males y José Carlos Muñoz son solo dos de un grupo de campesinos del Huila que pasaron de ser cazadores a conservacionistas de las especies del macizo colombiano.
Un triste día en el que dejaron de encontrar huellas de osos y dantas en el bosque les permitió recapacitar del error que cometían: comerse estos animales por el jugoso sabor de su carne y supuestas propiedades curativas de la grasa del oso.
Hoy día, ya cuentan con más de siete mil registros de ejemplares en la zona, gracias a cámaras trampa que han instalado en un lugar mágico digno de la biodiversidad colombiana, donde hasta un puma ha sido captado por el lente.
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