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Cabezote Los Informantes

La insólita masacre de habitantes de calle en Barranquilla hace más de 30 años

Como en una escena de terror, hace 31 años aparecieron en la Universidad Libre de Barranquilla los cuerpos de 50 habitantes de calle que mataban para venderlos después.

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Hace 31 años, un domingo de carnaval, Barranquilla amaneció enguayabada, no tanto por la fiesta sino por una escena macabra: al interior de la Universidad Libre de Barranquilla encontraron 50 cadáveres regados en el patio. Eran habitantes de calle que habían sido asesinadospara vender sus cuerpos por unos pocos pesos para estudiantes de medicina. La autopsia de un crimen atroz.

Como en una escena de terror, hace 31 años aparecieron esparramados en la Universidad Libre de Barranquilla los cuerpos y los huesos de 50 indigentes que mataban a palo primero para venderlos después, un negocio macabro para alimentar las clases de anatomía de los estudiantes de medicina. Los Informantes revivió la historia con dos de los protagonistas esta masacre que aún deja sin palabras a todos los que la vuelven a escuchar.

Humberto Mendieta, periodista barranquillero, cuenta la forma cómo fueron asesinadas 50 personas en la Universidad Libre de Barranquilla hace 31 años. Con una tranca, que no es otra cosa que un palo, un pedazo de madera gruesa y resistente que con solo un golpe se puede perder la conciencia y, en ocasiones, la vida.

Hace tres décadas en el patio de la Universidad Libre fueron apilados cadáveres esqueletos y restos humanos por eso el recuerdo de ese amanecer sombrío sigue merodeando en la memoria de los barranquilleros. Una historia macabra porque a nadie se le ocurre pensar que dentro de una universidad podían asesinar a alguien.

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Fue una mañana de carnaval y esa madrugada las calles barranquilleras se paseaban personas disfrazadas de marimonda o de monocuco, tampoco faltaba el parrandero empedernido y peleas de borracheras nocturnas, por eso cuando un hombre llegó en sangre dentado mareado con los ojos desorbitados con la ropa rota, el policía que lo recibió en la estación pudo haber pensado que se trataba de un bailador arrebatado y peleonero.

Era difícil creerle a Omar Hernández, pero era tan agobiante su relato y tan contundente en detalles, que el policía le creyó, inclusive cuando le dijo que se había hecho el muerto para sobrevivir. Medicina Legal de la época y el policía le pusieron cara, nombre y apellido a tanto hueso, a cráneos rajados y a cuerpos en descomposición. Se supo que los cadáveres pertenecían a María Rosalba que vendía tintos, a Miguelito que recogía basura, Elizabeth que consumía drogas de vez en cuando, a Jaime y el Guajiro, ambos recogedores de basura. Ellos y más, sus rostros fueron reconstruidos en yeso por peritos de Medicina Legal y así quedaron las caras, más que todo un retrato de la infamia.

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Los muertos iban derecho al anfiteatro de la facultad de medicina de la Universidad Libre, en otras palabras, eran parte de la asignatura de la facultad. Por eso no era raro ni despertaba suspicacias que los cuerpos estuvieran allí, metidos algunos en formol, pero el relato desgarrador de Omar Hernández, el único que vivió para contarlo causó esta conmoción que cayó como un balde de agua fría, además en pleno carnaval. La investigación y el juicio cautivaron la atención de Barranquilla y de casi todo el país, se iban lanzando las conclusiones y la responsabilidad fue atribuida a los celadores de la universidad.

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