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Eva Mendes confiesa que quería ser monja

La intérprete nunca pensó en ser actriz sino que quería seguir el camino religioso hasta que su hermana le dijo que las monjas no cobraban.

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A pesar de que la actriz Eva Mendes pasó la mayor parte de su infancia recorriendo el Paseo de la Fama de Hollywood, donde su madre trabajaba como taquillera, jamás se le pasó por la cabeza la idea de convertirse en actriz ya que desde pequeña tenía claro que su verdadera vocación era la religiosa.

"Quería ser monja", confesó con total sinceridad a la revista Mujer Hoy.

Sin embargo, desestimó por completo la opción de seguir el camino marcado por Dios cuando su hermana le dijo que las religiosas no ganaban dinero, por lo que inició sus estudios de Marketing en la universidad, donde un cazatalentos se fijó en ella y a partir de ahí, Eva comenzó a medir cada uno de sus pasos en el terreno laboral con una frialdad pasmosa de la que se siente orgullosa.

"Nunca me he sentido como un objeto. Nada de lo que hago es un accidente. Puede parecerlo, pero es lo opuesto a la realidad. Soy muy calculadora cuando se trata de mi trabajo", explicó.

Prueba de ello es el cambio de registro interpretativo que ha logrado dar en su carrera, abandonando las comedias románticas con las que saltó a la fama para apostar por papeles dramáticos como el que interpreta en su última película 'Cruce de caminos', cinta para la que no dudó en convertirse en camarera por unos días con el objetivo de encarnar mejor al personaje de Romina.

"Mi personaje en la película es una camarera y Derek [Cianfrance, el director de la película] me sugirió que trabajara en el restaurante donde íbamos a rodar. Me pareció una gran idea, así que durante unos días fui camarera. Me gritaron un poco y recibí algunas buenas propinas, sobre todo de un caballero que no sabía quién era. Las otras camareras, que eran muy simpáticas, me decían: 'Claro que lo sabía. Por eso te dio esa propina'. Y yo les replicaba: '¡No, no lo sabía! Me la ha dado porque le serví su pedido a tiempo'", explica entre risas.

Aunque siempre recurre a su habitual profesora de interpretación, Ivana Chubbuck, para preparar sus personajes; en esta ocasión también buscó consejo en las mujeres de su familia y en sus amigas, ya que el personaje de Romina además de ser camarera es madre soltera y se encuentra con la difícil decisión de compartir su vida con el despreocupado padre biológico de su hijo (Ryan Gosling) o con el hombre perfecto (Bradley Cooper).

"Al principio pensé: 'Bueno, es fácil. Escoges al chico bueno porque va a ser una buena influencia para tu hijo. Pero después de reunirme en casa con mi madre, mis dos hermanas y varias amigas, todas con hijos, me dijeron: 'Es algo muy primario. Tú no lo sabes porque no eres madre, pero cada pedazo de tu ser y de tu instinto te empuja a que ese niño esté con su padre biológico. Aunque esa no sea la decisión más adecuada'", contó la actriz.

Esta conversación resultó muy reveladora para la artista, ya que su madre aprovechó para confesarle que gracias a esa profunda convicción logró seguir junto al padre de la actriz durante unos años más --aunque terminaron separándose cuando la actriz cumplió 10 años.

"Mi madre me confesó que esa fue la razón por la que ella misma aguantó tanto tiempo la relación con mi padre. Yo no tenía ni idea", explicó

Eva Mendes deja a un lado su carácter extrovertido cuando los periodistas le preguntan sobre su vida privada. Es consciente de que su relación con el también actor Ryan Gosling la sitúa en el foco de atención de la prensa y aunque prefiere preservar su intimidad --hasta obliga a pixelar la cara de su perro en las fotografías--, paradójicamente reconoce que le encanta leer los incesantes rumores que circulan sobre ella.

"Mi madre siempre me dice: 'Deja que sigan adivinando'. Y eso me encanta", explicó.

Su hermetismo desaparece cuando habla de sus fructíferas sesiones de terapia, de los libros de autoayuda y también de la meditación trascendental que le ayudaron a superar difíciles episodios de su vida como las burlas de sus compañeros por su color de piel --"Tienes chocolate en la cara", le decían-- o de sus hermanos por su dentadura, algo que acrecentó los complejos de la actriz, persistente en su idea de quitarse el lunar de su pómulo izquierdo cuando cumpliera los 18 años.

"Hablo mucho de ello [las terapias] porque han enriquecido mi vida. Vengo de una familia y de una tradición en la que nadie va a terapia a no ser que esté loco. Y quiero que la gente sepa que ese no es el caso. Es enriquecedor. He aprendido a utilizar una nueva herramienta", explicó.


Por: Bang Showbiz

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